Last reviewed: February 20, 2025
Como entrenador, su objetivo principal es enseñar a los niños a practicar sus deportes favoritos de forma eficaz y segura. Los padres esperan que sus hijos formen parte de un equipo que se destaque y se mantenga sano y libre de lesiones. Al entrenar, es fundamental garantizar la seguridad de sus jugadores, y los primeros auxilios son un aspecto esencial de esta responsabilidad.
La mayoría de los entrenadores carecen de formación médica formal, pero suelen ser personas atentas (normalmente padres) dedicadas a ayudar a los niños a disfrutar de sus deportes sin correr riesgos. No es necesario ser médico o paramédico para marcar la diferencia, pero la preparación es clave.
La preparación a largo plazo incluye la capacitación de entrenadores, personal y jugadores clave en primeros auxilios, la inspección regular del equipo para garantizar la seguridad y la enseñanza de técnicas para reducir los riesgos de lesiones por movimientos repetitivos.
La preparación inmediata implica revisar el campo o la cancha antes de cada práctica o partido. Esto incluye evaluar la seguridad del área de juego, asegurarse de que los arcos y las redes estén asegurados y verificar el clima para detectar posibles peligros como rayos o índices altos de calor.
Información de contacto del padre o tutor, incluido un contacto de emergencia adicional. Incluya detalles médicos relevantes como afecciones, alergias e información del pediatra.
Los formularios de consentimiento médico otorgan permiso para buscar tratamiento médico si es necesario mientras se espera la llegada del tutor.
Un historial de cualquier condición médica como asma, convulsiones o lesiones pasadas (por ejemplo, problemas relacionados con el calor).
Los entrenadores deben familiarizarse con los procedimientos de los servicios médicos de emergencia (EMS) en las instalaciones.
Todos los entrenadores deben estar certificados en RCP y primeros auxilios, lo que ayuda con lesiones menores e incidentes más graves. Las lesiones graves pueden ser poco frecuentes, pero a menudo son catastróficas cuando ocurren; es importante saber cómo evaluar las lesiones y decidir si un niño debe continuar jugando o ser evaluado por un profesional médico.
En caso de duda, siempre busque la evaluación de un profesional de la salud antes de permitir que el niño regrese a jugar o abandone las instalaciones. Las lesiones graves no deben subestimarse, y perderse un juego es mejor que perderse una temporada entera, o peor.
Las conmociones cerebrales, por ejemplo, son particularmente preocupantes debido a sus efectos a largo plazo. Si un niño sufre un golpe importante en la cabeza, debe abandonar el campo de juego de inmediato y ser evaluado por un profesional de la salud. Cualquier conmoción cerebral o posible lesión en la cabeza debe tomarse muy en serio.
Llame a los servicios médicos de emergencia inmediatamente.
Verifique si hay signos de shock o fractura de cráneo, incluido sangrado de oídos, ojos o nariz.
Inmovilice al niño y espere a que llegue el servicio médico de urgencia.
Verifique el estado de alerta y la orientación (por ejemplo, ¿sabe el niño dónde está?).
Evalúe si hay entumecimiento, hormigueo, debilidad, mareos o dificultad para hablar.
Si hay síntomas positivos, se debe llevar al niño a un hospital para una evaluación adicional.
El sangrado por cortes y raspones es común en los deportes. Trate cualquier sangrado retirando al niño del juego hasta que se detenga y asegúrese de que la herida esté limpia y cubierta para prevenir una infección.
Las fracturas generalmente no ponen en riesgo la vida, pero deben tratarse con seriedad, especialmente en niños. Las fracturas de la parte superior de la pierna pueden poner en riesgo la vida si se ve afectada la arteria femoral. Siempre haga que un profesional de la salud evalúe las fracturas sospechosas.
Aunque no ponen en riesgo la vida, los esguinces y las distensiones pueden ser muy dolorosos.
Tratamiento: Reposo, hielo, compresión y elevación (RICE).
Si tiene alguna duda de que pueda ser una fractura, trátela como tal hasta que se confirme con una radiografía.
Si un niño sufre dolor abdominal sin sufrir lesiones, se debe evaluar si padece deshidratación o enfermedades relacionadas con el calor, como agotamiento por calor o insolación. Las lesiones abdominales posteriores a un incidente deben controlarse de cerca para detectar síntomas como dolor, hematomas y rigidez.
Tanto el agotamiento por calor como la insolación son emergencias médicas que requieren una acción inmediata.
Los síntomas del agotamiento por calor incluyen sudoración profusa, calambres, náuseas, mareos y piel fría y húmeda.
Si no se trata, el agotamiento por calor puede provocar insolación, que es potencialmente mortal. Evite la deshidratación asegurándose de que los niños se mantengan hidratados y tomen descansos durante el clima caluroso.
El tratamiento para la insolación incluye enfriar al niño quitándole la ropa, aplicando agua fría y colocando compresas de hielo en las axilas y las ingles. Llame a los servicios médicos de emergencia de inmediato si sospecha que ha sufrido una insolación.
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